jueves, 2 de octubre de 2014

Mi primer amor



Con la determinación propia de un hombretón de nueve años, recorrí el patio en su búsqueda hasta encontrarla. Sentada en un banco próximo a la fuente, Gloria sonreía ajena a la inquietud que se me apoderaba al verla; ignorante de los nervios que me debilitaban y me hacían temblar.       
     Aprovechando mis últimos gramos de coraje, me acerqué a ella con los pasos más torpes jamás andados y, cuando las palabras más bonitas que había sido capaz de memorizar se acercaban a mi boca, de golpe se disolvieron y convirtieron en nada al ver que ella se levantaba, partía su dónut en dos y le daba la mitad a Marcelo, el imbécil de la clase de al lado.       



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